De ti guardo una imagen en un sueño.
Estaba lloviendo,
y venías a mi puerta
empapada de caricias y de besos
y de no sé qué luces de verano
en la mirada.
Estaba lloviendo,
y en el quicio naufragado
esperabas en silencio como si me hubieras
hecho una pregunta,
como si aún hoy esperaras la respuesta…
no, no recuerdo nada más,
por eso son tan bellos los sueños imposibles,
porque se vuelven reales un momento,
y en secreto impulsan nuestra vida.
¿De verdad eras tú,
la que lloviendo llanto golpeaste
mis insomnios? ¿De verdad eras tú,
la que llamaste a mis tormentas?
Quisiera a veces creer que sí,
que fuiste tú,
porque no has podido desde entonces
evitar sonrojarte al sentirte descubierta,
al saber que fuiste tú el postigo dulce
de mis sueños.
Mientes mal y tú lo sabes.
Eso o es que en tus ojos duerme el cielo.
Y en las veces en que pienso en responderte,
aparece cruel el mundo a chillarme en el oído,
a decirme que está mal la forma en la que amamos,
coincidiendo en un rincón de almohadas separadas,
pretendiendo ser felices en sonrisas dibujadas,
abrazando soledades en el colchón de la costumbre…
sí,
quisiera a veces responderte…
¿pero a qué pregunta?
¿qué día de tormenta?
¿con qué flores y traiciones,
esperar sentado en ningún sitio?
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