miércoles, 21 de enero de 2009

Después de ver El David

Después de ver el David,
tras ser deslumbrado por su cuerpo de nube,
por el jazmín de sus ojos,
ya no sé,
dudo de si
sola
ahí arriba,
eres tú, luna,
llena o creciente,
inseparable satélite que acaricias nuestra órbita,
desordenas las mareas
e iluminas nuestros sueños,
o si por el contrario,
menguante,
cuna de estrellas,
no eres más que un golpeado trozo de mármol,
pétreo faro que custodias nuestras noches,
escultura de luz,
dibujada por indómita mano atrincherada
en un nido de palomas en las minas de Carrara.

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