jueves, 30 de agosto de 2018

34

Feliz cumpleaños, Amor, feliz cumpleaños. 
Que la vida te acaricie con la luz de su esperanza. 
Que no te falte una canción, tampoco un sueño.
Que disfrutes del baile irrefrenable de las horas, 
y esté yo ahí para verlo. 

Ahora cierra los ojos, pide un deseo. 
Soplemos juntos las velas. 
Brindemos. 
Y por una vez, por una sola vez, 
hagámoslo al revés, 
y en vez de ser yo quien te regale, 
permíteme contar una tras otra 
las cosas que 
tú 
me has regalado. 

No solo este reloj, por ejemplo, sino cada minuto que he pasado a tu lado, 
no solo esta ropa, sino la forma en que la eliges para verme más guapo, 
no solo la guía de Argentina, sino la promesa de caminar el mundo conmigo. 

No te das cuenta, 
pero desde aquel día en que nos vimos por primera vez en la plaza de San Pedro, 
no has hecho más que entregarte sin descanso: 
Primero tu amistad, 
la infatigable certeza de que estabas y estarías siempre al otro lado, 
con tu ternura, tu ilusión, con un consejo, 
24 horas, 365 días al año. 

Poco a poco me fuiste dando tu complicidad, 
tu confianza, 
y casi sin querer me fuiste abriendo la inexpugnable puerta de tus secretos, 
esa que no muchos han cruzado. 
Fue ahí que me robaste el corazón, el sentido, 
la razón -no todo fueron regalos- 
y como unos ojos delante de un incendio, 
de tu misterio quedé prendado. 

Me diste un beso, 
me regalaste el cielo de tu boca y de tus labios, 
y por si fuera poco, por si eso fuera poco, 
me enseñaste también a recorrerlos lenta, estrictamente, 
como un preso recordando su pasado. 

Tengo el honor el privilegio 
de habitar cada esquina de tu cuerpo, 
de ser testigo cotidiano del milagro, 
y perderme en el mágico laberinto de tu piel, 
de tu cintura. 
A orillas de tu pecho, náufrago. 

Gracias por tu sentido del humor, 
por tu sentido del amor, 
gracias por quererme aún cuando estoy equivocado 
y buscarme entre sueños como dos ciegos perdidos,  
y confiarme tus miedos para que yo pueda calmarlos. 

Sobre todo -y creo que lo más importante- 
gracias por regalarme uno a uno todos tus años, 
los que hemos vividos y los que nos aún nos quedan, 
el único tesoro que sí que es limitado 
y nos convierte en luciérnagas que se apagan en la noche, 
gracias por brillar a mi lado.

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